Yoel Eduardo aprovecha
el intervalo entre la primera y segunda función para ir a la cocina. De camino,
escucha un mensaje de Nolo Meza, con las palabras claves para sacar un sí
cuando se habla con alguien de la minoría étnica de la que proviene Ingrid
Grudke.
Llega a la cocina. Abre
las puertas de una alacena. Tiene visto que ahí está el equipo de mate que usa
el gorila de seguridad del teatro. Lo va a usar, sin pedir permiso. Vale la
pena tomar el riesgo de que lo cague a trompadas por ganar una mateada nocturna
con su nuevo amor. El equipo trae un paquete de yerba Piporé. Lee el envase, es
de Misiones y celebra el nuevo encuentro que viene sobre él como un rayo, en
medio de la tormenta de lluvia de cabellos de plata que bañan un rostro pálido
y esconde dos soles azules: Ingrid Grudke.
Mientras la pava busca
punto de hervor, se conecta al WhatsApp:
Yoel Eduardo: ay iay
iay iay iay iay iaaaiii !!!!!!!!!!! Mate amargo y sapucai
Ingrid Grudke: vos?!
Yoel Eduardo: Chipá,
Yacaré, Piporé, ea-ea-a-pepé!!! (carita sonrisa) ¿Qué gusto tiene la sal?
Ingrid Grudke: La sal
no sala y el azúcar no endulza
Yoel Eduardo: Tranca, llevo
edulcorante
Ingrid Grudke: JA!
Yoel Eduardo: O ti gustan
amargos como culo e peyo (carita con guiñe de ojo)
Ingrid Grudke: Suerte!
Yoel Eduardo: Pará,
aceleradita, llevo mates y algo para contarte (pulgar para arriba) Estoy en un
proyecto, tengo al Chango Spasiuk y las Cataratas del Iguazú, solo me faltas tú
Ingrid Grudke: Suerte
con eso, te dejo
Yoel Eduardo: Pará,
flaca escopeta con balas de plata (manito abierta) Te voy a poner bien arriba, subí
a la tablas, el palo del teatro te necesita. Conmigo va a salir lo mejor de
vos, uno de los de limpieza del teatro es paraguayo, tranqui, me manejo bien
con la gente del interior.
Ingrid Grudke: Estoy
con alguien, chau
Yoel Eduardo: Te
acelera el mate???? Le metemos tilo al agua (carita seria) No cuentes nada del
proyecto, el Chango Spasiuk está re afectado por lo de Ucrania, que no se te
escape, esto es re-secreto. Ok?
Otra vez se queda esperando
lo que Ingrid Grudke no responde.
Yoel Eduardo (tipo con
olfato si los hay) nota que no está enganchando a su presa. De camino a la
sala, con el matero colgando del hombro, piensa que, más allá de su percepción,
la sirena sigue nadando cerca de la barca y solo debe pensar en el mejor cebo para
pescarla. Debe elucubrar algo, tiene algo de tiempo. Está por empezar la
segunda función (de la obra psicobolche) y él, aferrado a una de las puntas del
par dialéctico seguidor-escenario, se devanará los sesos para descubrir cuál es
la jugada que lo pondrá a los pies de Ingrid Grudke.