lunes, 29 de febrero de 2016

Mil días de sol

Mil dias de sol
Por Juan Guinot (autor de La Guerra del Gallo – Talentura- y Descenso brusco –Cazador de ratas)
Por cada uno que se va de la vida corporativa florecen mil días de sol, escribo en el muro de Antonio, debajo del posteo en el que cuenta que acaban de retirarlo (anticipadamente) de una ultra mega editorial (adquirida por otra editorial de mayor envergadura).
Estoy convencido de lo que digo. La salida de la vida corporativa de mi amigo (como lo fue, 15 años antes, la mía) trae más luz a este mundo oscurecido por el capitalismo.
Mi convencimiento de que “la empresa” expresa lo anti humano no me hace perder de vista que, como tal, es un producto de la especie humana. No podemos huir de lo que nos toca. Tipos y tipas de carne y hueso (para aumentar mi espanto) sostienen esta forma de relación y producción social que se ha transformado en picadora de carne o (si me permitís otra imagen) en claras manifestaciones del lado Oscuro de la Fuerza.
Como dije, una Corporación no es producto de la instalación galáctica (como, dicen algunos, ocurrió con las pirámides), sino de la acción del hombre (como, creo yo, ocurrió con las pirámides).
Ya que menciono a las pirámides, se me cruzan dos analogías. La primera tiene que ver con esto de proyectar en las corporaciones un halo místico; se las hace tributarias de la suma del poder de los dioses en la Tierra. La mirada colectiva conecta con esa fantasía. A los Ejecutivos se los “endiosa” como a aquellos sacerdotes egipcios que trepanaban cerebros a diestra y siniestra. Corresponde decir que, en la forma actual del templo (además de la arquitectónica de pasar de pirámide a cubo), se encontró en la publicidad la forma moderna de trepanar cerebros sin tajos ni sangre.
La segunda está en los ejecutivos: los nuevos sacerdotes. Se forman en escuelas de negocios (donde fui alumno y profesor) y se gradúan en actos que observan procedimientos rituales y vestimenta religiosa. Es en esas casas de estudio donde se le dice al estudiante que ha sido elegido (por la divinidad) para liderar el mundo y se le enseña (durante los dos años del MBA) que para ello hay una serie de recetas a las que se les debe buscar el problema a resolver.
La formación académica no subvierte al modelo empresarial vigente. Lejos de cuestionarlo, los claustros apelan a los estímulos opiáceos en los programas educativos para escupir al mercado laboral los líderes mcdonnaleanos (deriva del modelo fordista) que sumarán peso al modelo empresarial que cae en picada mortal y con efectos devastadores.
Te podrás dar cuenta, en este punto de las notas que escribo (a pedido de Inés) cual es mi mirada sobre la vida corporativa. Te agrego algo más: nunca vi a un tipo/tipa feliz yendo al trabajo. Tomate el tiempo para ver las caras en el metro a primera hora de la mañana. Nadie puede estar contento de encaminarse hacia un lugar donde va a apoyar el culo en una butaca y tendrá por todo horizonte la pantalla del ordenador o (a lo sumo) un panel gris que lo separa de sus colegas. Nadie puede estar feliz si sabe que pasará el día entero adentro de una estación de trabajo, tabicada por paredes y distribuidas en una planta con el layout de los cementerios.
Sobre este punto, me han dicho que exagero porque la autorización para trabajar desde casa es un claro progreso humanista de las Corporaciones. Lamento no coincidir con esa mirada. El home working (tele trabajo) no es más ni menos que el delivery a domicilio del verdugo. La ejecución que opera el modelo empresarial, en sintonía con tiempos de outsourcing (tercerización de costos), ahora se también se hace fuera de la empresa.
Esto que te cuento sale de mi experiencia, que transité por desobedecer el mandato familiar nunca ser empleado. Me concibieron y parieron detrás de un mostrador, en un comercio, a cien kilómetros de Buenos Aires. A los diecisiete años me fui a estudiar a Capital y mis viejos me mantuvieron hasta que llegó la crisis (una de las tantas) de  1989. Después de vender las (pocas) joyas de mis padres, salí a buscar laburo. En un contexto de hiperinflación, me fue difícilísimo. Pero, al final, lo encontré en el Fisco y, unos años más tarde, en una empresa de golosinas. Fueron en total once años de empleado que se terminaron en el 2001, dos meses antes de una nueva crisis económica, cuando dejé de ser ejecutivo de la Corporación de golosinas. En esa empresa me comí como gominolas a cuanto colega tuve arriba para llegar a ser Gerente de Marketing. Fue una frenética carrera que se cortó abruptamente cuando me puse de sombrero el auto que la empresa me había dado. Esa tarde, en una ruta de tierra, en Córdoba, le vi la cara a la muerte: rodeada por un aura blanca, espejaba la mía. Entonces decidí revivir, dejar en ese camino rural a mi Juan muerto y renacer. Y emprendí el cambio, con ese motor vital (vaya paradoja) de entender a la vida como un camino de muertes y resurrecciones, donde es mejor elegir uno cuando morir para renacer, en vida.
Ahora, lejos de la vida corporativa, del ejecutivo imaginario que me creí, veo el post de Antonio y me pongo feliz, las previsiones del tiempo auguran mil días de sol.

@juanguinot

martes, 2 de febrero de 2016

Entrevista en Entre Vidas

Juan Guinot: “La venida a este mundo de mi hijo me reconectó con mi infancia y los sistemas creativos que implementaba en los juegos”




El escritor Juan Guinot, autor de 2022 La Guerra del Gallo y deDescenso Brusco, obtuvo el Primer Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil 2015 con su novela ChacharramendiEntre Vidas estuvo hablando con él acerca de semejante galardón y de su sueño de llegar al cine con alguna de sus exitosas novelas.



¿Tenés algún ritual en el momento previo a ponerte a escribir?
Prefiero escribir en mi casa y, por lo general bien temprano. A eso de las 6,30 hs practico yoga, después armo el mate, prendo la compu y arranco. A eso de las 10 hs corto. Para corregir, prefiero hacerlo por la tarde.

¿Por qué decidiste ponerte a escribir una novela infantil?
La venida a este mundo de mi hijo me reconectó con mi infancia y los sistemas creativos que implementaba en los juegos. Ahí, creo, está matriz de mi invención de universos narrativos.

¿Cómo nace la idea de tu novela Chacharramendi?
Estaba inquieto con saber qué le podía por la cabeza a mi hijo mientras transitábamos la separación con su mamá y dábamos fin al proyecto de familia. Al final, se me ocurrió contarlo con la voz de niño que tiene la edad de mi hijo. Ese fue el primer impulso. El segundo, como inmediatamente tendí puente con el Juan de los seis años, trajo a un amigo (Chato Tabossi) que se murió de Leucemia cuando estábamos en la escuela. La idea de contar el duelo de dos muertes (la de la familia y la del amigo) terminó de armar la matriz del libro.

¿Qué trabajo previo tuviste que realizar para poder cambiar de género?
A partir de la escritura de Misión Kenobi, encontré un registro narrativo, en primera persona, donde el protagonista (un niño) cuenta la historia y se da permiso de intervenir la realidad con su mirada fantástica. Eso me atrae de la escritura infantil y juvenil, que se puede pisar lo fantástico sin perder la mirada dura y no especulativa del niño.

¿Qué repercusiones se dieron luego de obtener el Primer Premio Sigmar en el 2015?
Fue un salto enorme. El libro tiene una distribución en Sudamérica y con perspectivas de llegar más lejos. El contacto de los papás y los chicos, me emocionó un montón. Y, ni te cuento, el encuentro con la familia de mi amigo Chato durante la presentación del libro, en Mercedes. A esa presentación fue Facundo Quiroga, un capo, periodista que vive en Capital, quien fue muy amigo del Chato y mío en la infancia del pueblo.

¿A qué le atribuís que una gran cantidad de escritores se estén volcando a ese género?
A mi me súper motiva ver la apuesta de las editoriales del género infantil que se abren a trabajos de autores y autoras que lograron visibilidad de obra en la literatura adulta. Veo en el policial, la ciencia ficción y el terror como el gran campo para captar nuevas plumas para la literatura infantil y juvenil.

Historias como las de tus libros Descenso brusco o 2022 La guerra del gallo son muy cinematográficas, ¿qué posibilidades hay de ver alguna novela tuya plasmada en la pantalla?
Me encantaría. Con La Guerra del Gallo ya pasamos al teatro. Sería un sueño, realmente, el mejor de los sueños. El cine, los libros y las historias que se contaban en casa fueron el terreno donde brotó mi escritura.

Tu novela 2022 La Guerra del Gallo fue llevada al teatro en un unipersonal, ¿qué posibilidades hay de ver otra obra tuya durante este año?
A fines del 2015 estuvo a punto de reponerse. Creo que muy pronto, Masi va a volver por Las Malvinas y el Peñón de Gibraltar al grito de "Piratas go home!"

¿Qué proyectos tenes para el 2016?
El principal es la difusión de Chacharramendi, hay un plan en marcha para ir a los colegios. Estoy con una novela infantil y Misión Kenobique (después de haber vendido 400 ejemplares en la experiencia de La Exposición de la Actual Narrativa Rioplatense) está viendo si la Fuerza lo acompaña para que una editor Jedi la mande a destruir la Estrella de la Muerte. Y hay algo más, una obra que escribí en el taller de Alejandro Tantanián que, llegado el momento, te contaré más.