El mundo de Juan Guinot
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"Mis historias hablan sobre
la resaca del capitalismo"
José María Marcos
Exclusivo para INSOMNIA |
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Guinot (Mercedes, Argentina) nació tres meses y once días antes de que
el hombre pise la luna. Licenciado en Administración, Psicólogo Social y
Máster en Dirección de Empresas, trabajó cinco años en el Estado para
recaudar dinero y, luego, en una empresa para que la gente lo gaste en
golosinas. Escribe narrativa surrealista y de ciencia ficción para radio
y medios gráficos. Asiste al taller del escritor Alberto Laiseca.
Relatos suyos se incluyen en antologías y revistas de España, Brasil y
Argentina. 2022. La Guerra del Gallo (Talentura Libros, España, 2011) es su primera novela publicada y fue finalista del premio Celsius (mejor novela de ciencia-ficción del 2011) de la Semana Negra de Gijón. |
—¿Qué escritores reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te han marcado?
—En la casa de mis padres, en Mercedes, hay una gran
biblioteca. Empecé manoteando libros con dibujitos. De chico leí a
Salgari, Conrad, Conan Doyle. En la adolescencia entró Fontanarrosa,
Soriano, Morris West, Agatha Cristie, Horacio Quiroga, Dickens,
Cortázar, Nicolás Gogol, Dostoievsky y Kafka.
Crimen y Castigo y
Metamorfosis me partieron al medio, creo que tenía quince años cuando los leí.
Las Mil y Una Noches
están entre mis preferidos. Los libros de aventura me metieron la idea
de escribir con ritmo, con riqueza de imágenes, y en particular de
Salgari, la idea de estar en contra de los colonizadores. Los libros
policiales sumaron lo de contar con pistas, apelando a la inteligencia
del lector. El humor y la forma de narrar de Soriano y Fontanarrosa
fueron modelo de mis primeros escritos, quería ser como ellos, tenia
diecisiete años y escribía guiones en joda para radio y columnas de
humor en un periódico que teníamos con mi papá en mi ciudad. Cuando
entré a la universidad y me vine a Buenos Aires leí a Fogwill, Laiseca,
Aira, Cohen, entré de lleno a leer ciencia-ficción. A este género lo
conocí primero por boca de mis padres, luego en la tele y cine. A los
libros los empecé a leer pasados los veinte años. Philip K. Dick,
Bradbury y Ballard son mis guías. Pero como estudié tres carreras, por
diez años, la lectura de estudio le afanó mucho a la literaria. A los
treinta y uno, cuando mandé a la mierda mi vida de ejecutivo
marketinero, comencé una dieta de por lo menos dos libros por semana.
Tracé un programa de lectura (hoy vigente) que alterna clásicos con
contemporáneos: Poe, Carroll, Borges, Houllibecq, Thompson, Chandler,
Carver, Pessoa, Kabawatta, Cheever, Auster, Italo Calvino, Filloy,
Felisberto Hernández, Rider Haggard, Mika Wattari, Thomas Mann, Wilde.
Pasados los treinta y cinco años empecé a leer a escritores argentinos
de mi generación, en muchos casos textos inéditos, los escuchaba en
ciclos de lecturas, en el taller de Laiseca y encuentros literarios en
casa (las Veladas Gallardas). Ellos me hicieron crecer mucho. También
debo decirte que en mi escritura hay mucha influencia de los cómics,
series de tele y cine.
Juan Guinot presetando su novela en la Semana Negra de Gijón
—¿Qué problemáticas aparecen con recurrencia en tus obras? ¿Cuáles son tus obsesiones y preocupaciones?
—En primer lugar aparece un disparador, un personaje y una
historia que da el puntapié inicial. Mi salida con bronca del mundo del
consumo masivo y mi formación en económicas me llevó a hacer ficción
sobre la resaca del capitalismo. La ciencia ficción me sirvió para armar
relatos y novelas de anticipación sobre temas que no quiero abordar
desde el ensayo. Puedo decir que la manipulación y el colonialismo del
hombre (sea por consumo de producto o por ideología) me preocupa.
También la ecología y las relaciones humanas. Creo que si no paramos el
mundo loco de consumo e individualista, nos vamos a la mierda.
—¿Qué lugar ocupa la literatura en tu vida?
—Central. Te lo comenté, no paro de leer. Ahora me enganché
con el ebook para pescar clásicos y a algún autor inédito. Cuando leo me
sumerjo en la historia, la vivo. En estos momentos estoy leyendo un
libro de Santiago Gamboa que me lleva por Colombia, Bangkok, Nueva Delhi
y el cyber-mundo, siento estar allí.
—¿Cómo nacen tus historias? ¿Podés dar algún ejemplo?
—Acabo de terminar una novela negra, un policial. El
disparador fue una nena que lloró durante un vuelo que hice en enero de
este año. Desde Fiumicino a Barajas la nenita no paró de llorar. Para
pasar ese mal trago, me fui imaginando operaciones sobre la nena para
silenciarla. Empecé a contar la historia a amigos, escribí un relato. En
mi cabeza empezaron a aparecer personajes, acciones derivadas de la del
relato original y me interné 45 días a escribir eso que fluía como una
película, adentro de mi cabeza. Salió una novela. Por suerte la pude
escribir.
—¿Por qué te interesa la ciencia ficción como campo de expresión?
—Mi reencuentro definitivo con el género fue en los últimos
diez años. Me alucina el terreno especulativo sobre la sociedad futura,
donde siempre se habla de lo que nos pasa ahora. En particular me atrae
mucho más la ciencia ficción cercana, o sea, pensar en los próximos diez
a treinta años, tal vez, porque son los que espero llegar a ver. Me
gustaría saber si, además de entretener, algo de lo que escribo
despierta conciencia y si se suma a alguna corriente de cambio social.
Especulo con la idea de que el mundo está en cambio y se viene una
corriente grande que quiere destituir el paradigma de simplicidad (a lo
ganado de corral) que rige mayoritariamente a la sociedad global.
Apuesto por lo complejo y asumo los riesgos de esa apuesta.
—¿Qué pensás que le puede aportar un argentino a la ciencia ficción?
—Estoy leyendo cosas muy buenas. Las recomiendo ver en
Axxón,
Cuasar,
Próxima y
en cuanta revista de papel y digital haya. Hay muy buenos escritores.
Podrás ver la influencia de la dictadura y el post 2001, como dos hitos
dolorosos de nuestra historia reciente, trabajados en escenarios
futuros. Lo que valoro es la calidad literaria y la originalidad. Estos
aspectos pueden verse en toda la literatura latinoamericana y me
aventuro a predecir que en los próximos meses empezaremos a encontrarla
en nuestros amigos españoles. La crisis, instalada en el mundo, va a
acelerar los procesos especulativos sobre la sociedad donde vivir y
donde no vivir. La literatura será un caldo de cultivo del nuevo ciclo.
Portada de "2022. La Guerra del Gallo"
—¿Cómo nació 2022. La Guerra del Gallo ? ¿Cómo nació Masi, el personaje central?
—A
los 13 años me anoté a pelear en la Guerra de Malvinas. Se alistaban
civiles y fui. Nunca me llamaron. Por suerte. Se me ocurrió pensar un
personaje que se queda con las ganas de su Segunda Guerra de Malvinas,
contra los piratas ingleses. Ahí nació Masi, una especie de Rambo
criollo.
—¿Por qué los animales tienen tanta importancia en la trama?
—Me gustan los animales, no soy zoofílico, me gustan como
amigos y sobre todo, porque veo en el reino animal y vegetal una
coordinación ecológica que los humanos no tenemos. Mi padre solía decir
que los hombres venimos de otro planeta, somos los únicos que vamos a
contra pelo de la Tierra. En la novela, humanizo a los animales, los
doto de poderes fantásticos. Quién te dice si al final, ellos son los
que nos salvan de hacer más cagadas.
— 2022. La Guerra del Gallo se ha transformado en una obra de teatro. ¿Qué sentís al ver a Masi de carne y hueso?
—Estoy
alucinado. Mauro Yakimuk (periodista y director) había leído la novela y
me contactó. Tuvimos una reunión con él y el actor (Martín Amuy) que
Mauro vio para Masi. Después de esa reunión, me puse a escribir la obra.
Es un unipersonal, tuve que meterme en la voz de Masi, a diferencia de
la novela que está contada en tercera persona. La experiencia me dejó
muy contento, con ganas de seguir escribiendo para teatro y, sobre todo,
me gustaría incursionar en el cine.
"La Guerra del Gallo" en el teatro
—¿Te la imaginás en el cine? ¿Qué director elegirías? ¿Y por qué?
—Sí. Sería una peli que pasaría por una Buenos Aires pasada y
futura, un cruce por el Atlántico, el desierto del Sahara, la entrada a
Francia y posterior viaje a Gibraltar. Tendría mucha riqueza de
imágenes, humor y efectos especiales. No sé, tal vez Lucrecia Martel
podría ser una directora para esta película. Ella es genial y podría
tocar el género con maestría. Otro director que veo es a Alejandro
Millán Pastori, él hizo el corto de Masi, el que puede verse en youtube.
Mirá, se me ocurre que, tal vez, juntándolos...
—¿Qué significó haber quedado finalista del Premio Celsius 2012 en la Semana Negra de Gijón 2012? Contamos un poco de tu paso por este festival.
—Hay dos instancias. La primera es la del premio y la
invitación a participar del Festival. El premio me puso de golpe y
porrazo en un escaparate que no esperaba: estar entre las cuatro mejores
novelas del género en castellano del 2011. Muchos lectores aparecieron
en la vida de
La Guerra del Gallo, eso es lo que más me
importa. La participación en el Festival me puso durante diez días
adentro de una experiencia literaria que, en esta edición, cumplió 25
años. Desayunas, almorzás, cenás y esperás la salida del sol hablando de
literatura y de la vida con escritores consagrados y periodistas del
mundo hispano parlante. Salirte del día a día y meterte en ese universo
donde los organizadores bien cuidan de que todos estemos en el mismo
plano (se fomenta unir y no marcar diferencias entre autores) es único.
Estoy recién llegado, todavía no terminé de procesar mucho de lo que
pasó, creo que necesitaré días para leer todo lo que traje y decantar
todo lo que escuché. La segunda instancia es la del contacto con el
público. Por el festival pasan cientos de miles de personas. Los
invitados andamos con un cartelito colgado y la gente te para que le
cuentes qué escribís. Durante la presentación de mi novela, en una de
las carpas montadas (y a las que no se les cerraban puertas ni paredes
para favorecer la circulación), miraba al público, es impresionante la
presencia popular de los asistentes. Allí manda eso, nada de elitismo.
Juan Guinot en el Tren Negro de Gijón
—¿Podés adelantarnos algún proyecto?
—Como te conté, acabo de terminar una novela policial, tiene
mucho de humor, acción y mirada crítica al momento social en el que
vivimos. Sucede durante cuatro días, en Madrid. Y no te digo más. Sobre
lo que se viene, puedo anticiparte tres antologías con relatos míos. Uno
de ellos es
12 Rounds, antologado por Juan Marcos Almada y Mariana Kosodij
(Ediciones Lea). En agosto, sale una antología de
Interzona coordinada
por Elsa Drucaroff. Y sobre noviembre ganará las calles un libro de
relatos sobre zombis. (Dejo el misterio para que no me los maten a los
zombis; ellos gustan de sorprenderte en casita, cuando menos lo
esperás).
MÁS INFORMACIÓN
www.juanguinot.blogspot.com
ASÍ ESCRIBE (*)
Masi navegaba por el Canal de la Mancha. Era el jefe de un
grupo de soldados, apelotonados y en tensión, que no quitaban los ojos
de sus fusiles. Montado en la proa, cortaba la espesa bruma. El frío no
mellaba el metal temerario con el que había sido forjado. El corazón le
latía cada vez más fuerte y, rebosante de adrenalina, oteaba el
horizonte con su mirada de cóndor, en busca de rastros de contienda. Y a
punto estaba de divisar las costas de Normandía, cuando los padres
irrumpieron en la escena tras un manto de neblinas:
—¡Estamos en guerra!
Masi mordió los párpados e intentó no engancharse con la
aparición inesperada; dudó si no se trataría de una insolente
representación onírica que traía al set de acción a sus progenitores
(una especia de superposición de películas).
—Querido ¿escuchaste? Decí algo ¡Recuperamos las Malvinas!
¡Es un día histórico!—abrió los ojos y se encontró con un primer plano
de papá aferrado a la bandera celeste y blanca (la insignia de balcón
estrenada cuando Argentina obtuvo el Mundial ‘78 y reestrenada luego de
ganar el Juvenil de fútbol en Japón, al año siguiente).
Masi, con los ojos lagañosos, todavía conmocionado por el
shock, se preguntó por qué siempre se le cortaba ese sueño en el momento
en que estaba por desembarcar en las costas enemigas. Sin abandonar la
trinchera tibia de las frazadas, observó como el papá ajustaba la
bandera Argentina a las rejas que daban a la avenida. Terminó de
despertarse cuando la mamá le partió las lagañas al encandilarlo con dos
soles en lugar de ojos.
—Hijito, esto no lo vas a olvidar nunca, la historia va a hablar de esta gesta. Este dos de abril te marcará para toda la vida.
Las madres, con esas observaciones tan agudas, a veces no
mensuran los efectos de sus dichos en la posteridad. Masi cazó al vuelo
cual sería la consigna rectora de su vida e hizo pólvora de su destino:
tiempos de lucha por defender el territorio en su expansión.
(*) Fragmento de la novela
2012. La Guerra del Gallo.n