jueves, 30 de agosto de 2012

Ingrid Bergman, "Nace-Muere", apertura que escribí para Radio América/Nobleza Obliga



Nacer con la muerte comprada y sin posibilidad de devolución es un hecho doloroso, pero real y no queda otra que asumirlo. Pero que la muerte le saque a la vieja a los dos años de haber nacido, que antes de terminar la infancia se le lleve al viejo y, no conforme con los guadañazos, la parca venga por la tía, a los meses de adoptarla, hace que la entendamos: la pobre chica sabe que, con ella, la muerte ha tomada un curso llamativamente diferente del que dispensa al común de los mortales.
La chica entra a la adolescencia convencida de que solo ella podrá descubrir qué hará dilatar esta obcecada decisión que ha tomado la arrebatadora de almas. Se lo plantea como desafío, la muerte lo acepta y pacta concederle unos pocos años.
La chica habla poco, no por tímida, sino porque sabe que nadie la va a entender y porque, muy tempranamente, ha comprendido que debe enfocarse en hallar el arma que aparte a la dueña del destino común.
Antes de lo que ha pensado, descubre la actuación. Pasa horas y horas metidas en el teatro. Los perfumes de la madera, el telón y los cuerpos en producción de arte, condensados por la humedad del salón, la protegen. Del otro lado de la taquilla, sobre la vereda, la muerte, se restriega las manos, la mide, la espera, con paciencia infinita.
Para la joven rubia, la actuación es su campo protector y deslumbra con tanto brillo que desde la media noche en continuado de Suecia, su  luz, llega a Hollywood. Entonces, el cine fábrica de baldosas del Paseo de la Fama, la lleva donde las estrellas, los amores, las envidias, el éxito y el fracaso, para vivirlo todo a vez, en la justa y humana medida.
Mientras el mundo se arrodilla para venerar a la actriz de sesenta años, la muerte, aprovecha un descuido, entra en ella y se la empieza a llevar en un proceso doloroso, que ni la actuación puede mitigar.
El día de su cumpleaños, para festejarlo, solo se presenta la parca. Ambas se miran, no se odian, se miran como dos amigas que han jugada un tarde entera, de tan solo  sesenta y siete años. El día de su cumpleaños, finalmente, muere Ingrid Bergman.

jueves, 23 de agosto de 2012

12 ROUNDS CUENTOS DE BOXEO




El boxeo es una actividad que exige sacrificio, tesón y voluntad. También la literatura. 12 rounds, 12 cuentos, 12 escritores de estilos diferentes que se acercan al universo del boxeo desde la ciencia ficción, el realismo, la tragedia, el erotismo, la comedia, la política y el recuerdo.
Con prólogo de Sergio Víctor Palma, 12 rounds invita a adentrarse a través de la literatura en el deporte que genera odios y pasiones.

Compiladores- Juan Marcos Almada y Mariana Belén Kozodij

Escriben: Juan Guinot, Gabriela Cabezón Cámara, Patricia Suarez, Hernán Brignardello, Clara Anich, Patricio Eleisegui, Marcelo Guerrieri, Nicolás Correa, Marcelo Lujan y Carlos Salem.

“12 Rounds deja muy claramente establecido que a los boxeadores *nos comprenden las generales de la ley*”
Sergio Víctor Palma

“Cuentos de boxeo con el prólogo de un hombre de la sensibilidad de Sergio Palma, garantizan un viaje sin tiempos y sin apuros por caminos pugilísticos sin retorno”
Carlos Irusta

“En las Páginas de 12 rounds encontramos grandes indicios de por qué el mundo del boxeo fue, es y será atractivo para ser contado”.
Jordan Gallicchio

12 rounds- Ediciones Lea- 160 páginas.
Este libro cuenta con el apoyo de la Dirección General del Libro y Promoción de la lectura de la Ciudad Buenos Aires

Contacto Prensa- 15-6539-1099- docerounds@gmail.com 
Seguinos en Facebook y  twitter @12roundscuentos.

martes, 21 de agosto de 2012

Marte Bradbury. Apertura que escribí para Radio América/Nobleza Obliga



Dentro de un mundo gelatinoso, líquido, placentero, ve todo teñido de rojo. Una fuerza inesperada lo abducciona, va por un tubo angosto, de paredes anaranjadas con un final de luz blanca. Miembros inquietos lo cazan al vuelo, lo ponen cabeza abajo. Suena el chasquido metálico. Entreabre los ojos, la manguera del agua y el alimento flamea en el aire seco, de perfume penetrante y extremadamente ruidoso del nuevo mundo.
La acción de los miembros que lo agarran, lo vuelve a girar. Él no abre la boca, tampoco respira. Un golpe seco en el traste, lo estremece y él contragolpea con un grito desgarrador que es ahogado por un manto celeste, que lo enrolla.
Los miembros movedizos y firmes lo siguen teniendo en el aire, bien agarrado.
Asoma los ojos por perfil celeste del manto, también saca los orificios de la nariz. Mete y saca aire.
Nueva intervención de la fuerza externa, se mueve por el aire, inicia un vuelo sobre una superficie irregular, de cumbres y llanos pálidos. El viaje termina cuando su cabeza topa con un acolchado cálido y rojo. Eso pegado a su cabecita le recuerda el mundo que acaba de dejar. Entonces vuelve a berrear, no tanto por el golpe de hace un rato, ni por el contacto de ese acolchado carnoso que habla con una voz conocida y hasta empieza a gustarle. No, vuelve a llorar porque, sin siquiera pedirlo, lo han sacado de su planeta rojo, ese, donde ha sido tan feliz.
Tal vez así haya sido el nacimiento de Ray Bradbury, tal vez por ello, cuando soltó las riendas de su imaginación literaria y lo plasmó en una obra fenomenal, buscó el planeta más rojo del barrio solar.
Hoy, noventa y dos años después de aquel alumbramiento, mientras en el planeta Marte un robot de la NASA rola sus ruedas de lata y saca fotos digitales (con la repetición criminal de la captura de imágenes, tan de estos tiempos), muy probablemente, otro marciano es expulsado del vientre de una terrícola, para tomar la posta que ha dejado Bradbury.
El genial Ray Bradbury nació un día como hoy, en Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica.

Editorial WU WEI

Editorial WU WEI presentó dos nuevos libros: "El árbol de remolachas cocidas" de Gonzalo Gálvez Romano y "Figuras en el espejo"/"Este es mi mundo" (dos novelas en un libro) de Luis Mazzarello.

En la foto estamos: Luis Mazzarello, Pablo De Santis, Sebastián Pandolfelli y yo (leyendo un fragmento de "Figuras en el espejo").
Podés conseguir estos y los demás títulos de WU WEI en todas las librerías del país.


jueves, 16 de agosto de 2012

Triángulo de las Bermudas, apertura que escribí para Radio América-Nobleza Obliga


El piloto contacta la base americana, ya está sobre el Atlántico caribeño, a poco de llegar a destino. Por el parlante de la torre de control, la voz va y viene,  sube y baja. Se oye vigorosa y  lánguida. El piloto, cuenta a la torre de control lo que debe contar por protocolo, algo de las coordenadas, el tiempo estimado de vuelo, la autonomía de combustible. Consulta a la torre sobre los datos del tiempo en destino, la velocidad del viento sobre la pista. En la torre de control, pasado de cafeína y cuantas “inas” entren al cuerpo, el Principal responde como autómata, mientras sigue atento, en la pantallita del radar, el movimiento de tres puntos parpadeantes, tres aeroplanos que presionan el paquete de nervios del encargado de guiar el aterrizaje, no cometer cualquier indicación milimétricamente incorrecta que podría generar un desastre.
El que les habla, ese que tiene algún problema de antena, figura en la cola de los destellos de esa pantalla, no es prioridad.
El Principal de la torre, con la boca partida entre la atención del micrófono y la taza de café, empieza a dar indicaciones al primero de los tres aeroplanos, ya lo ve montados a la panzota de una nube, con los faroles en alta. El avión, como en cámara lenta, toca la pista,  humea las cubiertas sobre el asfalto. Adentro de la cabina, aplauden, adentro de la torre de control ya se está pendiente del segundo parpadeo de la pantalla-radar.
Por los auriculares del Principal de la torre de control vuelve la voz del piloto del tercer avión, esa que no llega del todo bien. La escucha fritada. El principal se toca los auriculares, se los quita, los mira y se los vuelve a colocar. El piloto, el que ahora sigue estando al final de la cola de destellos de su pantalla, no se oye claramente. Por los auriculares, las ondas sonoras ondulan con el ritmo de las olas. Aparece la voz del piloto, habla de algún problema de estabilidad, pero no se entiende bien que pasa, cada letra de esa voz se estira como chicle, suena fantasmagórica.
En la pantalla, la luz parpadeante del tercer avión desaparece. El Principal mira por la ventana, las luces del segundo avión en ejercicios de aproximación enfilan para la pista, apura las indicaciones de aterrizaje y manda un mensaje de emergencia para los aviones en vuelo y los radares de los aeropuertos cercanos, quien primero vea el avión que acaba de perder contacto, que avise.
El principal se saco los auriculares, mira al cielo en pleno amanecer, escrutas las nueve rechonchas, espera que esos monstruos de humedad condensada suelten las luz que su pantalla no muestra.
La puerta de la torre de control se abre violentamente. Dos de sus colegas, que habían ido por más café, escucharon la voz de alarma y le pregunta qué corno está pasando. El principal, con los ojos congelados, les dice que al avión que pasaba por el espacio del archipiélago de las Bermúdas se lo tragó el cielo.
Estas conversaciones entre piloto y torre de control se repetirán en decenas de escuchas que irán a alimentar el mito del Triángulo de las Bermúdas. Nacerá un imaginario potente sobre un territorio del planeta a temer. Esas conversaciones fatídicas, y finales, nunca hubiesen existido si un día como hoy, del año 1917, no se hubiesen concretado la primera comunicación entre cabina de avión y torre de control en el aeropuerto de Virginia, USA.

martes, 14 de agosto de 2012

En el programa Aca no es - FM La Tribu

Anoche, estuve en FM La Tribu para acompañar al elenco de la obra de teatro La Guerra del Gallo.
La foto la tomó Daniela Pereyra, quien comparte este espacio radial de la literatura, teatro y música porteña junto a los escritores Juan Marcos Almada y Hernán Brignardello.
Acá no es va todos los lunes de 20 a 21hs.

lunes, 13 de agosto de 2012

La Guerra del Gallo en el Teatro Argentino (Mercedes)

Puerta del teatro junto al director Mauro Yakimiuk

Masi, interpretado por Martín Amuy Walsh.

Nota en Culturamas (España) sobre mi paso por la Semana Negra de Gijón

Por Laura Muñoz

Como si de un juego de tratara: de entraña a entraña y tiro porque me toca. ¡La guerra, que viene la guerra! ¡El gallo, que la lidera! ¡El gallo!
Estos gritos, en la Carpa A Quemarropa. A su lado, Rodolfo Martínez como presentador de “2022, la guerra del gallo” y su autor Juan Guinot. Martínez asegura haber encontrado en “2022” una epopeya contada desde el realismo a pesar del maquillaje fantástico con que Guinot la disfraza.

Antes de desgranar la historia, la trama y el sentimiento que guarda este ex- no combatiente, viene el paso de Guinot por la Semana Negra. Firme. Así fue. Amigo en media hora, conversador inagotable, sencillo, inocente y sincero. Estos dos últimos adjetivos tienen explicación en “Pensaba que no podía descubrir fauna nueva”, que fue LA frase de Guinot. La fauna, somos los demás. Me gusta. Es “bien” pertenecer a la fauna si así sorprendes a alguien. Uno de los más madrugadores, mate en mano, de la Semana. Tuve la suerte de intercambiar impresiones y jugar a inventar proyectos con este nominado al premio Celsius 232. Quiera o no, este ex- no combatiente es parte de la fauna semanera.
Pero vamos al lío, porque realmente lo es. ¿Qué se hace con un niño que se alista en la guerra de las Malvinas y, más tarde, se arrepiente? Nada. La suerte, en esta ocasión, estuvo de su lado: nunca lo llamaron. Desde esa experiencia, Guinot traslada la locura a su protagonista, que siente un profundo odio por el colonialismo inglés, con traumas propios de un combatiente que nunca lo fue. Este niño, ya crecido, no entiende cómo puede ser que el bueno no gane si es lo que ve en las series americanas, en todas. Él es bueno, quiso ganar Malvinas y no. No puede ser, hace falta otra guerra. Locura. Más locura. Alguien, en un hospicio en el que es internado, le cuenta de su participación en la operación Algeciras, donde planean atentar con una bomba a un submarino ubicado en El Peñón. La señal que necesitaba, piensa. Y todo explota, sin bombas ni nada.
El bucle empieza. Vueltas y planes y vueltas.
El petardazo, por supuesto, no pienso desvelarlo aquí. Dos opciones disponibles: agarrar la novela editada por Talentura o asistir a la obra de teatro basada en la novela que se acaba de estrenar en Argetina. Eh! Si tienes la suerte de poder vivir las dos, te envidio.

viernes, 10 de agosto de 2012

Me encontrarás en esta antología de Interzona

La magia de Elsa Drucaroff nos reune para presentarnos al mundo lector.
En breve, te cuento sobre la presentación del libro.Esta antología incluye mi relato "Mi Kenobi".
Más info https://www.facebook.com/groups/panoramainterzona/

jueves, 9 de agosto de 2012

Cafrune. Apertura que escribí para Nobleza Obliga / Radio América

Los regalos no se cambian, eso me enseñó mi viejo. El regalo trae algo más que el objeto, lleva consigo la intención, el plan, el pensamiento de quien te lo compró.
Con ese espíritu fui a Musimundo, a comprarle al viejo  un CD para el de cumpleaños. Lo de la música, en casa, es religioso. Cambió el tocadiscos por el reproductor de CD, pero no el rito de sentarnos, antes de cenar, de frente al equipo, para escuchar algo de música. Mi viejo, recién ahora, me deja meter algo de rock nacional y viene aflojando con Soda Stéreo. Dice que “Cuando pase el temblor” remite a las raíces del folclore de la Puna y eso lo emociona. A mi viejo lo emociona la Puna. Allí estuvimos en las vacaciones de invierno del setenta y ocho, y casi no volvimos porque decía que ese era su lugar en el mundo, que teníamos que quedarnos a vivir ahí. Como no logró nuestra adhesión al proyecto de traslado familiar, nos vive diciendo que cuando se jubile se va a Jujuy con o sin nosotros, y que si la muerte lo sorprende antes, que tiremos sus cenizas al lado del monumento del Trópico de Capricornio. Pero de la muerte no me gusta hablar, mucho menos con él porque empieza con sus teorías de el cuerpo es una cáscara y el alma energía, y me pone nervioso, me hace doler la cabeza. Por eso prefiero irle con música y, sobre todo, regalarle música.
Llego antes que él a posicionarme de frene al equipo de audio. Papá se arrima con su vaso de tinto. Está por meter mano a la pila de CDs y le digo que no hace falta. Me mira entre sorprendido y sobrador, como diciendo “pebete, hoy es mi cumpleaños, la música la pongo yo”. Pero le rompo el gesto al poner delante de su cara el cuadradito envuelto para regalo. Pinta una sonrisa de oreja a oreja. Sus dedos se apuran a develar el misterio, a borrar, quizás, la incipiente sospecha de que ese envoltorio oculte rock y devele mi primer acto de rebeldía adolescente y la sonrisa se hace más grande cuando descubre que lo homenajeo en el punto máximo al traerle un CD de Jorge Cafrune. Me tira un “gracias” entrecortado. Mientras apura la salida del disco, con el uso del filo de las uñas corta el plástico cobertor y una insipiente suelta de lágrimas.
Mete el CD en la bandeja, presiona play. Lo miro. Sus ojos recorren la foto de la tapa. Cafrune está parado y a su lado hay un niño. Mi viejo da vuelta la cajita, repasa con el dedo índice derecho las canciones. Escucho que mi viejo pregunta “¿Quién es Marito?” Y yo, me hago el que no lo escucho, no sé de qué me habla, no tengo un solo amigo con ese nombre. Evado su mirada, enfoco el display del reproductor. Por los parlantes brotan los rasguidos y la voz imponente de Cafrune, grapa y piedra moldean la voz de la tierra. De golpe, a la voz del cantor del pueble se le suma el agudo canto de un niño. Miro a un costado, me sorprendo, tal vez haya un pibito en casa. No tardo en darme cuente de que la voz brota de los parlantes y del registro del CD que acabo de regalarle. Lo miro sin torcer la cabeza, como cuando espero el reto fatídico después de mandarme un moco, y mi papá, ante cada tono chillón del niño cantor (intercalado entre la voz de Cafrune), aprieta la piel de la cara como si le picaran mosquitos. Mi viejo larga “Ese nene está haciendo mierda la canción”. Mi viejo se empina el vaso de vino, no vuelve a hablar.
Mirar el display del reproducto, no voy a volver a mirarlo, nos queda el recorrido entero de este disco de Cafrune, mi regalo, el que no vamos a cambiar, porque él me enseñó que los regalos no se cambian y la música se escucha hasta el final el disco o hasta que mamá llame para comer la cena.
Cafrune, un tipo generoso como pocos, grabó este disco con Mario Guillermo Perrota. El gran Jorge Cafrune nació un 8 de agosto de 1937.

jueves, 2 de agosto de 2012

Melville, apertura para Nobleza Obliga, Radio América.

La mar de obsesivos, por Juan Guinot.
Ser arponero, hacerse a la mar y vivir para contarlo. De eso se trata. También de ganar algo de plata con el fruto de tu pesca. Pero si encarás por separado a cada uno de esos marinos que están subidos al ballenero Pequod, de lo último que te hablarán, será de plata.
Ellos sienten en el interior un pulso que, de tan extraño para el auto - reconocimiento, resulta ser factor común a la especie humana: obsesión. Y el punto ya no es cómo mitigar esa obsesión, esa tracción de la sangre que puede llevarte, entre otras cosas, a desangrar. No, el punto clave es cómo hacer para que esa suma de obsesiones enhebre, de modo que se arme un proyecto colectivo. Entonces, nos enteramos que hay un gran costurero, un hábil operador que logra canalizar, para su provecho, lo que cada uno de los marinos siente. Ese artesano de timón, con una pata de carne y hueso, y otra hecha de marfil de ballena, pondrá proa con un claro objetivo: cazar la ballena blanca, que guarda en la panzota la pierna de carne y hueso que el Capitán ya no luce.
La tripulación, de arpones llevar y con varias decenas de ballenas en su haber, escucha la instrucción del Capitán y no se preocupa demasiado por el color del objetivo, ni porque esa bestia marina ocupe las tripas en digerir una pata de ese viejo gruñón. Ellos están arriba del barco para matar ballenas, para eso los subieron al barco, para ello viven. Se pliegan a la misión sin mucha preocupación y con demasiado soberbia. ¡Ay de ellos! La que les espera.
A pocas millas marinas de distancia, el lomo blanco de la ballena parte el agua salada, suelta un chorro de vapor que suena a vagido ensordecedor y desaparece bajo los escombros de las olas.
Todo indica que el barco ballenero Pequod y la ballena Moby Dick están a poco de encontrarse y, por lo que puede olerse en este aire salobre, las cosas empezarán a complicarse.
Quien escribió esta maravillosa historia, antes de sentarse a redactarla, viajó mucho y conoció las mismísimas puertas de la muerte. Quien escribió Moby Dick fue Herman Melville, un escritor poco reconocido en vida, quien se metió en los insondables y terroríficos aspectos del hombre, que superan en tamaño y potencial destructor a la famosa ballena blanca.
Herman Melville nació en Nueva York, el 1 de agosto de 1819.

Revista Insomnia, entrevista que me hizo José María Marcos

El mundo de Juan Guinot
"Mis historias hablan sobre
la resaca del capitalismo"

José María Marcos
Exclusivo para INSOMNIA
uan Guinot (Mercedes, Argentina) nació tres meses y once días antes de que el hombre pise la luna. Licenciado en Administración, Psicólogo Social y Máster en Dirección de Empresas, trabajó cinco años en el Estado para recaudar dinero y, luego, en una empresa para que la gente lo gaste en golosinas. Escribe narrativa surrealista y de ciencia ficción para radio y medios gráficos. Asiste al taller del escritor Alberto Laiseca. Relatos suyos se incluyen en antologías y revistas de España, Brasil y Argentina. 2022. La Guerra del Gallo (Talentura Libros, España, 2011) es su primera novela publicada y fue finalista del premio Celsius (mejor novela de ciencia-ficción del 2011) de la Semana Negra de Gijón.
—¿Qué escritores reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te han marcado?
—En la casa de mis padres, en Mercedes, hay una gran biblioteca. Empecé manoteando libros con dibujitos. De chico leí a Salgari, Conrad, Conan Doyle. En la adolescencia entró Fontanarrosa, Soriano, Morris West, Agatha Cristie, Horacio Quiroga, Dickens, Cortázar, Nicolás Gogol, Dostoievsky y Kafka. Crimen y Castigo y Metamorfosis me partieron al medio, creo que tenía quince años cuando los leí. Las Mil y Una Noches están entre mis preferidos. Los libros de aventura me metieron la idea de escribir con ritmo, con riqueza de imágenes, y en particular de Salgari, la idea de estar en contra de los colonizadores. Los libros policiales sumaron lo de contar con pistas, apelando a la inteligencia del lector. El humor y la forma de narrar de Soriano y Fontanarrosa fueron modelo de mis primeros escritos, quería ser como ellos, tenia diecisiete años y escribía guiones en joda para radio y columnas de humor en un periódico que teníamos con mi papá en mi ciudad. Cuando entré a la universidad y me vine a Buenos Aires leí a Fogwill, Laiseca, Aira, Cohen, entré de lleno a leer ciencia-ficción. A este género lo conocí primero por boca de mis padres, luego en la tele y cine. A los libros los empecé a leer pasados los veinte años. Philip K. Dick, Bradbury y Ballard son mis guías. Pero como estudié tres carreras, por diez años, la lectura de estudio le afanó mucho a la literaria. A los treinta y uno, cuando mandé a la mierda mi vida de ejecutivo marketinero, comencé una dieta de por lo menos dos libros por semana. Tracé un programa de lectura (hoy vigente) que alterna clásicos con contemporáneos: Poe, Carroll, Borges, Houllibecq, Thompson, Chandler, Carver, Pessoa, Kabawatta, Cheever, Auster, Italo Calvino, Filloy, Felisberto Hernández, Rider Haggard, Mika Wattari, Thomas Mann, Wilde. Pasados los treinta y cinco años empecé a leer a escritores argentinos de mi generación, en muchos casos textos inéditos, los escuchaba en ciclos de lecturas, en el taller de Laiseca y encuentros literarios en casa (las Veladas Gallardas). Ellos me hicieron crecer mucho. También debo decirte que en mi escritura hay mucha influencia de los cómics, series de tele y cine.

Juan Guinot presetando su novela en la Semana Negra de Gijón
—¿Qué problemáticas aparecen con recurrencia en tus obras? ¿Cuáles son tus obsesiones y preocupaciones?
—En primer lugar aparece un disparador, un personaje y una historia que da el puntapié inicial. Mi salida con bronca del mundo del consumo masivo y mi formación en económicas me llevó a hacer ficción sobre la resaca del capitalismo. La ciencia ficción me sirvió para armar relatos y novelas de anticipación sobre temas que no quiero abordar desde el ensayo. Puedo decir que la manipulación y el colonialismo del hombre (sea por consumo de producto o por ideología) me preocupa. También la ecología y las relaciones humanas. Creo que si no paramos el mundo loco de consumo e individualista, nos vamos a la mierda.
—¿Qué lugar ocupa la literatura en tu vida?
—Central. Te lo comenté, no paro de leer. Ahora me enganché con el ebook para pescar clásicos y a algún autor inédito. Cuando leo me sumerjo en la historia, la vivo. En estos momentos estoy leyendo un libro de Santiago Gamboa que me lleva por Colombia, Bangkok, Nueva Delhi y el cyber-mundo, siento estar allí.
—¿Cómo nacen tus historias? ¿Podés dar algún ejemplo?
—Acabo de terminar una novela negra, un policial. El disparador fue una nena que lloró durante un vuelo que hice en enero de este año. Desde Fiumicino a Barajas la nenita no paró de llorar. Para pasar ese mal trago, me fui imaginando operaciones sobre la nena para silenciarla. Empecé a contar la historia a amigos, escribí un relato. En mi cabeza empezaron a aparecer personajes, acciones derivadas de la del relato original y me interné 45 días a escribir eso que fluía como una película, adentro de mi cabeza. Salió una novela. Por suerte la pude escribir.
—¿Por qué te interesa la ciencia ficción como campo de expresión?
—Mi reencuentro definitivo con el género fue en los últimos diez años. Me alucina el terreno especulativo sobre la sociedad futura, donde siempre se habla de lo que nos pasa ahora. En particular me atrae mucho más la ciencia ficción cercana, o sea, pensar en los próximos diez a treinta años, tal vez, porque son los que espero llegar a ver. Me gustaría saber si, además de entretener, algo de lo que escribo despierta conciencia y si se suma a alguna corriente de cambio social. Especulo con la idea de que el mundo está en cambio y se viene una corriente grande que quiere destituir el paradigma de simplicidad (a lo ganado de corral) que rige mayoritariamente a la sociedad global. Apuesto por lo complejo y asumo los riesgos de esa apuesta.
—¿Qué pensás que le puede aportar un argentino a la ciencia ficción?
—Estoy leyendo cosas muy buenas. Las recomiendo ver en Axxón, Cuasar, Próxima y en cuanta revista de papel y digital haya. Hay muy buenos escritores. Podrás ver la influencia de la dictadura y el post 2001, como dos hitos dolorosos de nuestra historia reciente, trabajados en escenarios futuros. Lo que valoro es la calidad literaria y la originalidad. Estos aspectos pueden verse en toda la literatura latinoamericana y me aventuro a predecir que en los próximos meses empezaremos a encontrarla en nuestros amigos españoles. La crisis, instalada en el mundo, va a acelerar los procesos especulativos sobre la sociedad donde vivir y donde no vivir. La literatura será un caldo de cultivo del nuevo ciclo.

Portada de "2022. La Guerra del Gallo"
—¿Cómo nació 2022. La Guerra del Gallo ? ¿Cómo nació Masi, el personaje central?
—A los 13 años me anoté a pelear en la Guerra de Malvinas. Se alistaban civiles y fui. Nunca me llamaron. Por suerte. Se me ocurrió pensar un personaje que se queda con las ganas de su Segunda Guerra de Malvinas, contra los piratas ingleses. Ahí nació Masi, una especie de Rambo criollo.
—¿Por qué los animales tienen tanta importancia en la trama?
—Me gustan los animales, no soy zoofílico, me gustan como amigos y sobre todo, porque veo en el reino animal y vegetal una coordinación ecológica que los humanos no tenemos. Mi padre solía decir que los hombres venimos de otro planeta, somos los únicos que vamos a contra pelo de la Tierra. En la novela, humanizo a los animales, los doto de poderes fantásticos. Quién te dice si al final, ellos son los que nos salvan de hacer más cagadas.
2022. La Guerra del Gallo se ha transformado en una obra de teatro. ¿Qué sentís al ver a Masi de carne y hueso?
—Estoy alucinado. Mauro Yakimuk (periodista y director) había leído la novela y me contactó. Tuvimos una reunión con él y el actor (Martín Amuy) que Mauro vio para Masi. Después de esa reunión, me puse a escribir la obra. Es un unipersonal, tuve que meterme en la voz de Masi, a diferencia de la novela que está contada en tercera persona. La experiencia me dejó muy contento, con ganas de seguir escribiendo para teatro y, sobre todo, me gustaría incursionar en el cine.

"La Guerra del Gallo" en el teatro
—¿Te la imaginás en el cine? ¿Qué director elegirías? ¿Y por qué?
—Sí. Sería una peli que pasaría por una Buenos Aires pasada y futura, un cruce por el Atlántico, el desierto del Sahara, la entrada a Francia y posterior viaje a Gibraltar. Tendría mucha riqueza de imágenes, humor y efectos especiales. No sé, tal vez Lucrecia Martel podría ser una directora para esta película. Ella es genial y podría tocar el género con maestría. Otro director que veo es a Alejandro Millán Pastori, él hizo el corto de Masi, el que puede verse en youtube. Mirá, se me ocurre que, tal vez, juntándolos...
—¿Qué significó haber quedado finalista del Premio Celsius 2012 en la Semana Negra de Gijón 2012? Contamos un poco de tu paso por este festival.
—Hay dos instancias. La primera es la del premio y la invitación a participar del Festival. El premio me puso de golpe y porrazo en un escaparate que no esperaba: estar entre las cuatro mejores novelas del género en castellano del 2011. Muchos lectores aparecieron en la vida de La Guerra del Gallo, eso es lo que más me importa. La participación en el Festival me puso durante diez días adentro de una experiencia literaria que, en esta edición, cumplió 25 años. Desayunas, almorzás, cenás y esperás la salida del sol hablando de literatura y de la vida con escritores consagrados y periodistas del mundo hispano parlante. Salirte del día a día y meterte en ese universo donde los organizadores bien cuidan de que todos estemos en el mismo plano (se fomenta unir y no marcar diferencias entre autores) es único. Estoy recién llegado, todavía no terminé de procesar mucho de lo que pasó, creo que necesitaré días para leer todo lo que traje y decantar todo lo que escuché. La segunda instancia es la del contacto con el público. Por el festival pasan cientos de miles de personas. Los invitados andamos con un cartelito colgado y la gente te para que le cuentes qué escribís. Durante la presentación de mi novela, en una de las carpas montadas (y a las que no se les cerraban puertas ni paredes para favorecer la circulación), miraba al público, es impresionante la presencia popular de los asistentes. Allí manda eso, nada de elitismo.

Juan Guinot en el Tren Negro de Gijón
—¿Podés adelantarnos algún proyecto?
—Como te conté, acabo de terminar una novela policial, tiene mucho de humor, acción y mirada crítica al momento social en el que vivimos. Sucede durante cuatro días, en Madrid. Y no te digo más. Sobre lo que se viene, puedo anticiparte tres antologías con relatos míos. Uno de ellos es 12 Rounds, antologado por Juan Marcos Almada y Mariana Kosodij (Ediciones Lea). En agosto, sale una antología de Interzona coordinada por Elsa Drucaroff. Y sobre noviembre ganará las calles un libro de relatos sobre zombis. (Dejo el misterio para que no me los maten a los zombis; ellos gustan de sorprenderte en casita, cuando menos lo esperás).

MÁS INFORMACIÓN
www.juanguinot.blogspot.com

ASÍ ESCRIBE (*)
Masi navegaba por el Canal de la Mancha. Era el jefe de un grupo de soldados, apelotonados y en tensión, que no quitaban los ojos de sus fusiles. Montado en la proa, cortaba la espesa bruma. El frío no mellaba el metal temerario con el que había sido forjado. El corazón le latía cada vez más fuerte y, rebosante de adrenalina, oteaba el horizonte con su mirada de cóndor, en busca de rastros de contienda. Y a punto estaba de divisar las costas de Normandía, cuando los padres irrumpieron en la escena tras un manto de neblinas:
—¡Estamos en guerra!
Masi mordió los párpados e intentó no engancharse con la aparición inesperada; dudó si no se trataría de una insolente representación onírica que traía al set de acción a sus progenitores (una especia de superposición de películas).
—Querido ¿escuchaste? Decí algo ¡Recuperamos las Malvinas! ¡Es un día histórico!—abrió los ojos y se encontró con un primer plano de papá aferrado a la bandera celeste y blanca (la insignia de balcón estrenada cuando Argentina obtuvo el Mundial ‘78 y reestrenada luego de ganar el Juvenil de fútbol en Japón, al año siguiente).
Masi, con los ojos lagañosos, todavía conmocionado por el shock, se preguntó por qué siempre se le cortaba ese sueño en el momento en que estaba por desembarcar en las costas enemigas. Sin abandonar la trinchera tibia de las frazadas, observó como el papá ajustaba la bandera Argentina a las rejas que daban a la avenida. Terminó de despertarse cuando la mamá le partió las lagañas al encandilarlo con dos soles en lugar de ojos.
—Hijito, esto no lo vas a olvidar nunca, la historia va a hablar de esta gesta. Este dos de abril te marcará para toda la vida.
Las madres, con esas observaciones tan agudas, a veces no mensuran los efectos de sus dichos en la posteridad. Masi cazó al vuelo cual sería la consigna rectora de su vida e hizo pólvora de su destino: tiempos de lucha por defender el territorio en su expansión.
(*) Fragmento de la novela 2012. La Guerra del Gallo.n