martes, 10 de noviembre de 2009

Sin máscara en miNatura - Post-Apocalipsis



La revista cubano española miNatura ha lanzado el número dedicado al Post-Apocalipsis. Los editores Ricardo Acevedo y Carmen Signes Urrea han cerrado un número extraordinario, con relatos breves recibidos desde distintas partes del planeta. La ilustración de tapa es del talentoso MC Carper.
Los invito a leer la revista en:
http://www.servercronos.net/bloglgc/media/blogs/minatura/pdf/RevistaDigitalmiNatura98.pdf

Mi texto "Sin máscara" fue ilustrado por el dibujante Nicolás Mazzón

Sin máscara
He pasado el umbral espinoso de las Profecías y cuando digo que he salvado mis ropas no miento, lo confirma la hoja de mi antebrazo. El filo, ese con el que hendí los vaticinios oscuros, espeja mi perfil más hiriente.
Las retamas floridas de amarillo escondían las madrigueras de mis enemigos. Las plantas brotaron como una extensa corona en la comba del ocaso, bajo el amparo de un atardecer anaranjado y matizado por púrpuras en lloviznas. Mi turno llegó cuando las flores de las retamas se tragaron el sol, cerraron sus pétalos para convertirse en espinas y, entonces, el púrpura fue un diluvio. Avancé hacia el horizonte. Mi piel, de aleación impenetrable, quebró una a una las espinas. Mis manos, brazos y piernas de perfiles afilados decapitaron los capullos en forma de husos y el veneno manó en una sustancia infecta que se deslizó en derrame viscoso por los tallos hasta birlar el entramado de las madrigueras. Estaba sumido en las entrañas de la Profecía, bañado por la sangre de este cielo, con los pies hundidos en mis enemigos, en el hedor del suelo, en la comba de un ocaso que fue naranja.
Llevé mucho tiempo esperando el fin de los tiempos. Mi piel de acero me refleja aquí, a un paso de haber franqueado la línea de los vaticinios oscuros. Ya casi no veo el cielo, la noche cauteriza el último rastro sanguinolento y lo regenera en epidermis de estrellas.
He salvado mis ropas y el día de todos los finales habrá pasado si aparece el alba bruñida por la primera raya de sol. Temo no poder verla. Tal vez si me quito esta piel de aleación incorruptible pueda ver el principio del mañana. Tal vez si me quito esta máscara pueda verlo, tal vez si lo hago pueda olvidarme de mis ropas de acero, de aquella Profecía y dejarme ir sin máscara, de una buena vez, para fundirme con ese sol que raya en el alba y principia el día.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Primer contacto


Para el número dedicado a los alienígenas de la revista cubano-española miNatura escribí este relato corto:


Primer contacto

Mi viaje duró cinco sueños recurrentes. Los Cooperantes lo identificaron en mi anaquel filogenético: subía a una nave Delta de atmósfera nimbada, sentía un gozo infinito y justo antes de partir, estaba fuera del sueño, dentro de mi mundo y encandilado por el tridente de soles. Drono decía: “Dos sueños recurrentes y conocerás el infinito; solo conéctame al tuyo para ayudarte”. Drono era mi guía, un manipulador sináptico (llevaba y traía a su antojo), un ladrón de sueños recurrentes y de haber atendido esa sugerencia estaría en la orla de la anti-materia. Dresi, por el contrario, era un Cooperante. Dresi, el de la piel lúbrica, apoltronado, reflector de estímulos, es como si lo viera allí, a la sombra de mi plataforma: “la vida dura treinta y tres sueños recurrentes, busca el tuyo, para hacer tu viaje”. Me lo decía siempre. Lo extraño. Dresi me insistió en buscar mi sueño recurrente para llegar a un nuevo planeta y, al final, cayó con un grupo de Cooperantes antes de la puesta de los soles, mientras Drono estaba en el nido gemelo. Me rodearon, entraron en mi anaquel filogenético y oí a Dresi: “el de la nave Delta, ese es tu sueño recurrente”. Luego fueron donde Drono, le hicieron inestable sus plataformas y el tirano que tanto me horrorizaba brotó en miles de burbujas y mutó a gelatina de superficie. Dresi se desconectó de mi mirada oblicua, había llegado el momento e hice el camino inverso: encandilé mi ojo con el tridente de soles, volví a la atmósfera nimbada de una nave Delta, sentí un gozo infinito, estaba en mi sueño recurrente, lo repetí cinco veces y quedé fuera de él cuando un sol, si era uno solo, encandiló mi ojo. Roté y a tres sombras de mí había un ser, de dos ojos, dos orificios y un agujero en una parte chica y en la otra más grande (unida a la anterior por un tracto blando) colgaban dos látigos de cinco puntitas móviles en cada uno y, hacia abajo, se apoyaba en dos listones apostados en la tierra (allí donde nosotros tenemos plataforma). Conecté mi ojo a los suyos (era difícil la alternancia visual), achicó las sombras de distancia, aproximó las cinco puntas de uno de sus látigos sobre mi crisma, me las hundió y llegó hasta mi plataforma. Las quitó a toda velocidad, redondeó los ojos y cayó hacia un costado. Quedó como una capa de piso, amalgamado con su sombra. Dos seres similares me miraban desde dentro de algo cúbico como nido unicista. Roté, el sol me ardió dentro del ojo. Mi plataforma respondió al mando, elaboré un recuerdo por Dresi y me lancé a explorar este planeta.