viernes, 27 de enero de 2012

Barbarella - Apertura que escribí para Radio América AM 1190


Mis viejos me despiertan. Me dicen feliz cumple y recibo, algo preocupado, mis trece años. Es que mis padres, al pie de la cama, no llevan en sus manos el regalo envuelto con el papel de la juguetería Bossie tal y como lo venían haciendo en cada uno de mis cumpleaños.
Allí están, Papá y Mamá, con un paquetón de papel madera, sin moño.
Los miro a los ojos. Esquivan mi mirada. No sacan la vista de eso que Mamá sostiene como si fuese un bebito, pero que en las manos siente como si fuese un paquete bomba.
Papá carraspea, pasa su brazo izquierdo por la espalda de mamá y ella da un paso al frente. Mamá me dice que si no me queda bien podemos ir a ver otros modelos.
Nunca antes, al regalarme un avión o autito Matchbox o el Temerario o la espada láser de Star Wars o cualquier juguete habían mencionado la posibilidad de cambiar el regalo y mucho menos decir la palabra “modelo”.
Sé que esconde ese papel madera. Ahí, envuelto, está escondido el motivo de mis desvelos de la última semana.
No puedo decir “no gracias”. Los regalos se aceptan como vienen. Estiro la mano y todo mi enojo se concentra en la punta de mis dedos. Rompo con ferocidad el papel de madera y de mis garras cuelgan un pantalón vaquero y una camisa escocesa.
Se me hace un nudo en la garganta. Tengo ganas de llorar porque al abrir ese paquete me doy cuenta que abrí la puerta que me deja de patitas en la calle de la adolescencia y, a mis espaldas, queda cerrada, para siempre, la casita feliz de la infancia.
Papá registra mi estado y luce su dote de repentista. Me dice que en la fiesta de cumpleaños (la que haremos esta tarde en casa) yo voy a elegir qué películas se van a proyectar y me da la llave que abre el armario donde están todas las películas de Súper Ocho.
Eso me hace una ilusión tremenda. Hasta ahora el programa de pelis para mis cumpleaños era a su responsabilidad y riesgo. Voy a sacarme de encima el factor sorpresa de sus elecciones. Se acabarían las pelis con los documentales de Cousteau, la Pantera Rosa, La Bella Durmiente y Fantasía de Mickey Mouse. Voy a elegir la peli que me preocupa, esa caja que esconde un secreto bien guardado, prohibido para la infancia y no para este pibito que acaba de cumplir los trece.
A las cinco empieza el cumple. Los compañeros de colegio copan la casa, se comen todos los sánguches de mortadela, bajan cuatro cajones de Crush y empiezan a merodear por la pieza donde Papá había dejado desplegado la pantalla.
Papá llega casi corriendo con el proyector a cuestas. Le dice en voz baja, y con gesto chinchudo, a Mamá que es el último cumpleaños que se festeja en la casa un día de semana, que no puede dejar el negocio, y Mamá le pide que se calle la boca y empiece con el show porque los allí presentes estamos muy atentos a sus broncas.
Papá putea para adentro mientras prepara el proyector. Yo me acerco y le doy el carrete de la película que había elegido. Papá lo cacha y mete en el proyector. Le hace señas a Mamá para que baje las luces y dejo de mirarlo, no me interesa su cara desencajada al ver qué peli le dí, solo me interesa ver en la pantalla eso que él siempre había evitado mostrarme.
Así empieza una película donde una chica rubia, con carita de muñeca, curvas increíbles, vestida sensualmente, emprende una travesía por el espacio para liberar a la tierra del terrible Durand Durand que acecha nuestro planeta con un poderoso rayo positrónico.
Hasta ahí todo bien. Lo que sigue es que mis amigos y yo, en los ochenta, y sin censura previa, vemos una película que mezcla ciencia ficción, erotismo y psicodelia. Y si bien en la peli hay rayos láser, robots y hasta un ángel ciego, lo que hizo se nos atragantaran los sanguchitos de mortadela fue ella, esa heroína que mostraba su cuerpo en ropa transparente y sensual, esa chica de la cual todos nos enamoramos: Barbarella, interpretada por Jane Fonda.

El director de la películar Barbarella es Roger Vanin y nació un 26 de enero en Francia.
Juan Guinot. 26/01/2012