Hospital anónimo
Un hospital anónimo
con enfermeras de sonrisas que repelen, ratas en las ventanillas de admisiones
y médicos de diagnósticos borrosos y caras ilegibles.
Un hospital anónimo, quiero para morir.
Con habitaciones de ángulos rectos, descascarados y teñidos por sueros sangrantes.
Con paredes que tengan por todo arte pústulas y crucifijos, y ventanas de cristales rotos.
Lejos de todo encuentro, inhallable,
donde solo confluya una lluvia espesa
y siempre parezca de noche.
Frío, será mi hospital anónimo.
Un frío que pinchará y dolerá mucho, y olerá a inyecciones.
Para morir quiero un hospital anónimo.
Con puertas ruidosas, camillas de roleo oxidado;
manzanas en compota y gusanos enfiestados sobre la carroña.
Un hospital anónimo, ni lejos, ni cerca;
oculto entre algodones, trazado sobre una gasa ocre,
donde queme la capilla ardiente, la ambulancia cante todo el día y la luz de la vela se encienda de tanto último hálito.
Así quiero al hospital anónimo para mi muerte,
para que, envuelto en tanto espanto, paladee con gusto, y hasta el fin,
la resaca que me quede de vida
6/4/10