Cuis lingual, de Juan Guinot. Nada fácil este cuento de Juan. No estoy muy seguro de haberlo entendido, pero aquí va. Los cuises y la humanidad están en paralelo y, en algún sitio, son lo mismo. Los cuises sostienen que su función es entretener a los humanos. Yo diría que más bien están para enseñar. Y ya sabemos lo que les pasa a los docentes: los cagan a palos. “¿Por qué no nos vamos?” En efecto: los docentes por qué no nos vamos. Por razones de supervivencia.
A raíz de que los odiados cuises, dueños de la palabra, se van, todos caen en el mito bienhechor (bienhechor para los cuises) de la auto extinción en masa. “Se van a un lugar, donde nadie puede vivir, para suicidarse”. En realidad, los bichos construyen un paraíso. Este paraíso, entiendo yo, es el de hacerse el muerto y callarse la boca.
Está probado científicamente que la docencia, en efecto, es mala para la salud. O, como decían las viejitas de mi pueblo, Camilo Aldao, “El comedido siempre suena como arpa viaja”. Estos comedidos ¿seremos los escritores linguales?
Alberto Laiseca - 07/06/2010