Detrás de él, en fila india, subimos al Tren Negro, una formación que, por única vez en el año, une Madrid con Gijón, cargada de periodistas y escritores.
El tren da el primer envión, un crack plástico de un paquete de galletas abre la primera rueda compartida y la camaradería fluye. Es que, en ese tren, descubrimos que antes de subir, ya éramos parte del mismo viaje.