Entrevista a Juan Guinot
Juan Guinot nació en 1969 en Mercedes, provincia de Buenos Aires. Es licenciado en Administración, Psicología Social y Máster en Administración de Empresas. Muchos de sus relatos han sido publicados en antologías y revistas de Argentina, Brasil, Cuba y España. Formó, junto a otros compañeros y escritores, el colectivo de arte La Compañía, con el que publicaron en 2010 el libro Timbre 2 – Velada Gallarda.
¿Cómo surgió la propuesta de editar 2022 – La guerra del gallo, tu primera novela, en España?
Desde el 2007 escribo micro relatos en la revista cubano-española miNatura , dirigida por Ricardo Acevedo y Carmen Signes. Durante una presentación de libros de la editorial Talentura, en Castellón, los editores de la revista conversaron sobre mis escritos con Mariano Vega, editor de Talentura quien, ya en Madrid, leyó tres manuscritos de mi autoría y eligió 2022 – La Guerra del Gallo. Le gustó la temática de Malvinas y la aventura que narro cuando el personaje, en el año 2022, arma su epopeya para ir a Gibraltar.
¿Cuál fue la recepción de los lectores españoles teniendo en cuenta que la novela tiene como hecho desencadenante la guerra de Malvinas y la visión local de un adolescente argentino?
Por lo que me han escrito lectores y he leído en reseñas gusta la historia de Masi, este ex “no combatiente”. Más allá de que sea argentino, Masi es un loco bueno, querible, que te enternece hasta las lágrimas y, también, te hace cagar de risa. El editor me dijo que no quería adaptar mi lenguaje al local, que asumía el riesgo. Eso sí, antes de salir, el escritor Carlos Salem, radicado en España, un maestro de las letras y la generosidad, le dio una lectura. El lector español ve que en la segunda parte se describe una situación económica y social de Europa no muy distinta de la que les toca padecer, donde los que mandan están más locos que Masi y la gente termina siendo un número para sus ecuaciones de mercado.
¿Cuál fue el disparador de la novela?
Un hecho autobiográfico: con trece años me anoté para pelear en la guerra de Malvinas. Cumplí trece el 5 de abril y me fui a la Municipalidad de Mercedes, y me anotaron. Por suerte nunca me llamaron. En la novela cuento la historia de un chico que se anota para pelear, no lo llaman y, a diferencia de mi caso, se queda con las ganas de entrar en batalla. Como digo en el libro, Masi es un ex “no-combatiente”.
La novela cuenta en tono irónico y con toques de ciencia ficción uno de los hechos más tristes y absurdos de la historia argentina. ¿Cómo tomaste la decisión de plantear la historia desde ese lado? ¿Te fue difícil narrar desde el humor y la ironía dada la cercanía temporal de la guerra?
Es la manera que encontré para sacar algo que me duele mucho. La guerra de Malvinas es una herida abierta, que se abre más por silenciarla. El tono de humor dramático me permite descomprimir y para escribir me ayudó mucho. Lo que me jode me sirve de motor para escribir, intento buscarle la vuelta, intervenir en lo que me complica. Ahora bien, hacerlo no me asegura curar ni una herida, pero por lo menos evita que se agrande.
El tema de la locura se hace presente en casi toda la novela, no sólo a través de Masi, el protagonista. ¿Por qué decidiste tomar el tema como punto de referencia o camino para narrar la historia?
Con la experiencia personal de anotarme a los trece años para pelear en una guerra, ni bien terminada la contienda, hice el primer avistaje de mi locura. Desde chico siempre imaginé mucho. Los juegos fueron mi gran ámbito de creación y éxtasis, pero en el terreno lúdico no le hacía mal a nadie: mataba soldaditos y los revivía cuando quería. Pero lo de la guerra no fue joda, la gente moría de verdad. Me puso de cara a una realidad donde, a partir de mi registro, presté bastante atención a la locura individual interconectada a la vincular. La guerra, matar a otro, resolver una discrepancia por medio de las armas, me parecen el final del hombre. Llegar a esto es la cota máxima de locura. Lo peor de eso es que corporaciones y gobiernos viven dictaminando políticas de muerte, asistimos o somos carne de cañón de guerras explícitas y ocultas, y no reaccionamos. De ahí es que hablo de la locura vincular, juegos de pares dialécticos para sostener un estado colectivo, para mi gusto, enfermo.
Presentaste la novela en España a fines del año pasado y, recientemente, acá en Buenos Aires y en Mar del Plata en el marco del Festival Azabache. ¿Qué balance hacés de estas experiencias?
Lo de España fue maravilloso. Fueron dos presentaciones en Madrid y una en Castellón. En Madrid estuve con los escritores Carlos Salem y Marcelo Luján, y en todas con mi editor, Mariano Vega. A Castellón quise ir porque allí, en la librería Argot, fue donde empezó el camino editorial de la novela. La novedad es que ahora en julio vuelvo, ya que me invitaron junto con la novela a participar en la Semana Negra de Gijón. Lo de Azabache fue para sumarme al género negro desde la ciencia ficción. Presenté mi novela y también participé junto a otros escritores de una charla sobre Philip Dick. El Festival es impresionante, lo recomiendo y espero regresar el año que viene. Lo que hacen los organizadores es de otro planeta. En Buenos Aires la presentamos a fines de abril en FM La Tribu, en el bar y en directo por el programa Acá no es de Marcos Almada, Hernán Brignardello y Daniela Pereyra. La presentación fue el programa de radio dedicado a mi novela y fue todo a los cuetes, con ritmo de radio. El formato me encantó, y ahí mismo dimos una primicia: La Guerra del Gallo va a teatro. Ya escribí la versión teatral, un monólogo, y será dirigida por Mauro Yakimiuk y protagonizada por Martín Amuy. // RT2