viernes, 6 de abril de 2012
Radio América - "Nobleza obliga", apertura del 04/04
El estampido sale desde un matorral. El trueno grave se ovilla en los tallos verdes de esos yuyos de puntas desflecadas. Una nube de pólvora se enrula y trenza el nido de los misterios. Por el cielo de la tardecita norteamericana pasa un bólido plateado que vuela más despacio que Superman: una bala que se dirige irremediablemente a la garganta del líder negro, apoyado en las barandas de un balcón del hotel. La primavera de esta ciudad florece tragedia: el líder de los negros ha muerto.Un joven, raterito conocido por todos, camina casi al trote a contra corriente de los manifestantes y curiosos que van a ver qué pasa con el muerto.
Al día siguiente, la mata de pastos es rasurada de cuajo por una máquina de cuchillas filosas. El viento se lleva los pedacitos de hierba con su secreto a cuesta.
Mientras Norteamérica llora la pérdida de él y los nuevos muertos de las manifestaciones que se expanden por todo el territorio, los que escriben los guiones de la historia, en ese país, ya han dictaminado que el rol de asesino es para ese raterito que todo el mundo vio salir de la escena del crimen. Tienen su pistola, sus huellas. Hay necesidad de encontrar un culpable, el tipo se llama Ray, es el enemigo número uno de la Unión. Lo encuentran tres meses después en un aeropuerto inglés con pasaporte falso y un tendal de gastos que su trabajito de punga pueblerino difícilmente le facilitó.
El acusado vuelve al gran país del Norte, el de la libertades, para declararse culpable, manifestación que lo exime de la pena capital. El acusado, con algunas luces en su penumbroso cerebro, había sido convencido, antes del disparo, de que era un trabajo fácil y de rápida salida del presidio, que del negro nadie se iba a acordar, que al final de cuentas a la gente, sea del color que sea, lo que le importa es comprarse una televisión o un auto, ser parte del sueño americano. El acusado ve que lo pactado no se cumple. Se traga nueve años de prisión y decide contar al mundo que él no mato al negro. Implica a otras personas que lo contrataron para estar en el lugar que estuvo el día del asesinato. El mismo hijo, veinte años después se reúne con Ray para decirle que su familia cree en que es el perejil puesto por los que en realidad mataron a su padre. Dos años después Ray moría en prisión y la verdad salió a la luz cuando denunciaron un complot financiado por agentes del gobierno y la mafia para asesinar al líder negro. El cabecilla de esa conspiración fue encarcelado.
Pero el dolor se respira con pólvora, todavía en el Gran País del Norte. La herida de esa bala que salió del matorral, ese penancho de hierbas ahora inexistente, desde donde se ejecutó la sentencia de muerte, un día como hoy, de Martin Luther King.
Juan Guinot, 4 de abril de 2012