viernes, 17 de febrero de 2012
Pino Solanas - Apertura que escribí para Nobleza obliga - Radio América
La barrera de la calle Velazco está baja. El chirrido de la campanilla taladra los tímpanos. La espera motora, adentro de los autos, recalienta la tapa de los cerebros. La prolongación del tiempo, en un mismo lugar, exaspera y un ciclista mete rueda al riesgo. Le grito que ahí viene el tren y no me escucha porque el tren supera en aturdimiento a la campanilla del cruce y a mi voz, y el ciclista se para en seco, se pone blanco-papel-de-arroz, se da cuenta que estuvo a un gomín de irse de viaje eterno por estas vías caducas.
El tren avanza a toda velocidad y, al final, el vagón furgón suena socarrón: pibes, pibas, bicicletas y humo de faso hasta el techo encuentran en el mal momento del ciclista, el único motivo para reírse que trae este día de febrero.
Pasa el tren. Las barreras se elevan, pero la campanilla sigue aturdiendo. Miro a un lado y al otro, no se ve locomotora alguna. Pienso que debe tratarse de un tren fantasma. El ciclista no avanza, pero no espera porque pase otra formación a toda velocidad. No, él está esperando que su alma, esa que flota sobre los durmientes, le vuelva al cuerpo. Un taxista pega un bocinazo y el ciclista retoma pedaleos. La cola de vehículos va tras sus ruedas.
Con la campanilla de fondo, también cruzo. Sobre las vías hay perfume a tren, con estación incluida. Ese perfume sigue intacto, suspendido en el aire, como el alma errante de un tren que deambula sobre rieles caducos, cargado con aquellos pasajeros que pelearon por una causa ferroviaria. Y pensar en esto, descubro que la distancia entre Scalabrini Ortíz y estas vías de la calle Velazco, también en Villa Crespo, es muchos más que unas pocas cuadras. Huelo al tren fantasma, ese que también detecta esta campanilla del cruce que no para de chillar. Ese tren errante que percibo, pero no veo, no encuentra vías de futuro y viaja, irremediablemente, a la estación del olvido.
Un día como hoy nació el director Fernando Pino Solanas. El arte de su ojo llevó al cine imágenes del tren y sus fantasmas.