Campana del infierno, Por Juan Guinot
El perro esta muerto
de hambre. Lleva veinticuatro horas sin probar un bocado. El dueño, al otro
lado de la cucha, lo provoca con un pedazo de carne. El perro lo mira con casi
nada de amor. El tipo da un portazo, lo deja solo. El perro se lengüetea los
cuartos traseros. Mas que afecto a la
limpieza, su dedicación parece estar sometida al estudio de la deglución de su
miembro inferior. A la hora, la puerta se abre, el hombre vuelve a pasar sobre
la cucha con el pedazo de carne. El perro se da cuenta. Pero es tarde, el patrón sale disparado.
Por la noche, algo cambia. El dueño aparece con el
mismo trozo de carne en la mano derecha y en la izquierda, trae una campanita.
El perro esta casi decidido a comerse al patrón a tarascones limpios cuando
escucha el tintineo de la campana y luego, la mano derecha que se abre y el
trozo de carne cae al suelo. Las cuatro patas van a la carrera, caza el pedazo
de carne y se lo come de un solo mordizco.
El pobre pichicho sigue con hambre. Se duerme.
El pobre pichicho sigue con hambre. Se duerme.
En la madrugada, con
la casa a oscuras, aparece el sonido de la campana. El perro babea, con
broncas, se imagina la mano de su patrón, devenido en entretenedor musical,
para comérsela. Sale de la cucha y, ve al patrón con un trozo de carne que tira
al suelo. Va por la comida, desestima la idea de ir por el hombre. Empieza a
aceptarlo con ese temita de los gustos por la campanita, piensa, el perro, si
total, con seguirle el jueguito sádico logra su comida, que el pobre hombre
haga lo que quiera. Y pasan las jornadas, el perro se llena la panza y, hasta
babea para hacerle creer al tipo que esta enfurecido si no le da la comida.
El dueño lo anota todo
en una libreta. Lo pasa a papeles prolijos. Lo lleva a la universidad. Se hace
famoso y hasta recibe un Nobel, y todo por el experimento del perro y la
campanita, ese que demuestra que los seres vivos reaccionan hacia el objetivo
propuesto de acuerdo al estimulo. El tipo, enraizado en el sadismo, con ese papel
cientificista acaba de abrir, para los hombres, las puertas de la manipulación
social por cuanto medio, en el futuro, la especie desarrolle.
El perro come y come.
El hombre, un tal Pavlov, acaba de abrir la puerta del conductismo.
El Senor Pavlov nació
en Riazan, justo hoy, hace 163 anos.