jueves, 26 de septiembre de 2013

El poniente . Cuento que escribí para revista miNatura





El poniente
Frío a mis espaldas. Un hálito cobija las palabras que, como cada poniente, me dicen “ las manos como arma, la acción como venganza”. Cierro los puños, afirmo los muslos contra la silla. El frío entra a mi cuerpo.
En el departamento de al lado, ladra el pekinés. En el cielo, pinceladas anaranjadas caen y se licúan por donde ya se perdió el sol.
Portazo, ecos de pisadas, escaleras abajo.
En la calle, el cielo reserva una línea en el horizonte, el trazo curvo y  anaranjado del último pestañeo del día. Encaro a los paseantes, acciono, no voy a oír el grito ahogado, ni mirar a los ojos. Salgo del tumulto, me confundo entre la gente. Los ojos enceguecen si los sorprende el espanto.
Las suelas golpean, escaleras arriba. Portazo.
El pekinés del vecino enfurece.
Me echo sobre la silla. Tenso el cuerpo. El frío sale de mi cuerpo, se instala a mis espaldas y llega el aliento con esas palabras “Estoy en casa, en sus muertes”.
El frío se achica a mis espaldas hasta desaparecer. Me pongo de pie. Me acerco a la ventana. En la calle, la gente de amontona. Los gritos de auxilios escupen mi cara. A lo lejos, irrumpen sirenas y , destellos azules y rojos.
El pekinés ya no ladra. Paladeo la calma.
Vuelvo a mi silla. Afuera, la noche aplaca los destellos de la ciudad. Pasó la hora del poniente. Un nuevo cuerpo, la cuota eterna.


Este número está dedicado a la INMORTALIDAD.
Revista completa (te recomiendo la lectura) http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/minatura/2013/09/24/revista-digital-minatura-129

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Charco Negro - Navagalamella (España) - 21/09/2013

El sábado estuve en Navagalamella, España, presentado la antología Charco Negro y mi novela 2022 la Guerra del Gallo.
Aparecí por skype y, después de hablar me quedé conectado para seguir la presentación.
Estar ahí, como espectro-skype, entre Paco Gómez Escribano, Pedro de Paz y José Manuel Ribeiro Feliú me hizo sentir la melancolía del fantasma.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Manchita

Le decíamos Manchita. Su nombre Manchi Turuli. Del portón para afuera, un mal llevado. Vivía en la puerta de casa y hacía que los andantes, nunca optaran por la vereda. Cuando nos mostraba los dientes, con mis hermanos decíamos que se reía. Dormía arriba de la mesa del patio y en invierno, la escarcha era su frazada. Nació un 2 de abril. Me lo regalaron para mi cumple de 8. Cuando fue lo de Malvinas, nos olvidamos de darle la medialuna de cada año. Una vez se fue de casa, detrás de una perra en celo. Lloramos la ausencia. A los cinco días, volvió flaco, las patas verdes y olor a bosta. Comió como un Rey. Pasó a ladrar las veredas del cielo cuando ya me había ido del pueblo. La Parca andaba de buena racha. Ese año, de un sacudón, sacó de mi vida a Manchita y los tíos Gordo y Pepe. Para ese entonces, yo era inspector del Fisco, un portador de título universitario, un solitario, en el Barrio de Congreso.